martes, 7 de mayo de 2013

EL demonio Pelirrojo.

Conocí a Moira en la salida de la Uni, era una mujer hermosa, con curvas refinadas y armónicas, su cabello era de un rojo intenso y su piel casi transparente, toda ella era embriagadoramente sensual, tenía los ojos de un azul intenso que cuando te miraba a los ojos te hacia estremecer. Ese día llevaba un vestido corto rojo muy estrecho que hacía que sus curvas sean el blanco de todas las miradas, sus piernas; largas y firmes te hacían perder el aliento y cuando caminaba lo hacía bamboleando sus caderas con una sensualidad inenarrable. Ella se acercó a mí y mirándome a los ojos me pidió que la acompañe, no pude resistirme, estaba hechizada por esa mujer. Siempre la veía deambular por los pasillos pero nunca se me había ocurrido pensar que un día iba a hablarme.
Ella caminaba delante de mí, con pasos decididos y yo la seguía en silencio, contemplándola como si fuera una aparición.
Llegamos a una casa amplia y blanca, con suelo de bambú y pocos muebles entre ellos un sillón negro y en el centro del gran salón reinaba una cama enorme con sabanas rojas.
Moira se quitó los zapatos y entro a lo que luego supe que era la cocina. Yo me quede inmóvil en la puerta, ella parecía haberse olvidado de mí.
- ¿Qué queres tomar? – me grito desde la cocina, sacándome por completo de mi ensoñación
- Lo que vos tomes - fue lo que atine a decir.
Trajo dos copas de vino blanco y las deposito junto a una mesa ratona negra que estaba al frente del sillón y me invito a sentarme a su lado; se quedó mirándome un rato largo, como si intentara meterse dentro de mi alma, yo solo podía observar como sostenía la copa y cada tanto le daba un sorbo al vino y lo disfrutaba cerrando los ojos y suspirando, era una delicia, me anime a probarlo, casi con vergüenza, era perfecto, contenía un sabor dominante de fruta era ligero y fresco. Entendí el motivo por el cual ella lo disfrutaba de esa manera.
Cuando volvió a hablar, su voz se convirtió en dulce y sensual, me dijo.
-El sexo es libertad, es donde podes ser vos misma sin que te juzguen, el sexo te abre puertas que no sabías que estaban ahí, te hace descubrir deseos ocultos pero ardientes, te posee y te aferras a él con todas tus fuerzas, te entregas, el sexo es deseo-
¿ Por qué me decía todo eso? No voy a negar que lo que Moira me había dicho me encendió, quería más, necesitaba más; ella entendió enseguida lo que había provocado en mí, pero no dijo nada, se sentó a mi lado, y comenzó a acariciarme el pelo, despacio, lentamente, apenas podía sentir su respiración en mi cuello, no puedo explicarte cómo fue que paso, pero sentir su respiración caliente en mi piel me hizo estremecer, despertó en mi la necesidad de saber a qué sabían sus labios, quería sentir su piel, olfatear su sexo, la necesitaba con todo mi ser.
Moira me agarro de las manos sin dejar de mirarme me deposito en la cama. Mi demonio pelirrojo sabia jugar, sabia llevarme por caminos sinuosos y oscuros y yo me aferraba a ella con los ojos cerrados; me encontraba, en su cama a merced de sus caricias, sus labios se apoyaron suavemente en mi hombro, deslizo la punta de su lengua sobre mi piel, desde el hombro, pasando por el cuello, llegando al lóbulo de la oreja, mi respiración se iba acelerando y mi cuerpo se dejaba hacer, Moira repetía ese camino una y otra vez y cuando llegaba a la oreja me susurraba tan despacio que parecía estar oyéndola desde lejos “Te deseo” repetía, y mi sexo respondía a ella con pequeñas descargas eléctricas
Sus besos recorrían cada una de mis células… La espera se me hacía eterna quería que me posea, nunca había estado con una mujer, no sabía qué hacer, ni que esperar, pero ella, ah ella provocaba mi locura, mi deseo.
Comencé a sentir sus manos bajo la remera, acariciándome los pechos desde atrás, lo hacía apenas rozando mis pezones con los dedos y ellos se erguían, respondiendo a sus caricias, ella también me deseaba, podía percibirlo, me quito cada prenda con una delicadeza asombrosa mientras me lamia mis pechos con devoción, sentía su piel blanca y cálida sobre la mía y mi humedad se hacía más notoria, entrelazo mis manos con la suya y las subió sobre mi cabeza, evitando así que me mueva, mientras ella mordía mis pezones, mi cuerpo se contorsionaba entero, lamia cada rincón…
Sin darme cuenta se detuvo, no sabía que había pasado y abrí los ojos, ahí estaba, frente a mí, desnuda, con su cabello rojo cayendo sobre sus pechos perfectos, me abalance sobre ellos sin pensarlo, la tenia de rodillas sobre mi cintura, deje al descubierto sus pechos, y les pasé la punta de la lengua, estaban deliciosos, los lamia y absorbía una y otra vez- No sé si fue el vino o qué, pero me sentía libre, me sentía a merced de sus deseos y de los míos. Ella volvió a tener el control, nuevamente estaba sobre mí, me despojo de la remera, y comenzó hacer un camino por mi cuerpo, desde mi boca hasta mi sexo, bajaba y subía sin prisa alguna, mientras mis muslos se contorsionaban de deseo. Podía sentir su respiración caliente sobre mi jean y mis tangas blancas, el deseo me estaba cegando, Moira me quito lo que me quedaba de ropa y olfateo mi piel, mi sexo, soplaba muy suavemente mi clítoris y a cerrar los labios sobre él, lo absorbía, lo lamia, lo estaba disfrutando, lo notaba, mi cuerpo era una fiesta de sensaciones desconocidas hasta el momento, gemía, me movía, la llamaba una y otra vez, sus manos acariciaban mis pechos, apretaba mis pezones con una dulce presión, era suya, completamente suya.
Mi orgasmo llego fuerte y delicioso, todo mi ser vibro conmigo, el tiempo se detuvo un instante eterno y yo aún tenía sed de ella. La bese mil veces sobre los labios, mil veces más sobre su cabello y continúe haciéndolo por todo su cuerpo desnudo.
Era bella, toda ella lo era, su piel, su olor, su sabor. Su cuerpo perfecto estaba esperando por mi lengua y yo no la iba hacer esperar más.
Besaba y lamía su lengua, mientras mis dedos hurgaban en su sexo extremadamente mojado, el calor que desprendía era inenarrable, y mis dedos jugaron dentro de ellos, entrar en ella era mágico, seductoramente perfecto, mi lengua necesitaba sentir sus jugos, entonces baje lentamente, sin perderme un centímetro de su piel. Mi lengua se deslizo dentro de ella, salía y la lamia entera, mis dedos seguían su camino en su interior y mis labios succionaban su clítoris, Moira se arqueaba y gemía despacio, dulce, como si fuera un animalito herido y no mi demonio pelirrojo. Su orgasmo hizo eco en las paredes, entonces abrió los ojos, me miro y me dijo.
- Te desee desde el primer momento en que te vi. Sos mía y juntas iremos por los lugares jamás transitados, conmigo vas a ser libre- y me volvió a besarme.
- Ella iba a ser mi mayor perdición, pero yo estaba decidida a seguirla a donde me lleve.

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