Bianca estaba de pie en mi puerta y eso me descoloco por
completo, realmente no la esperaba, la hice pasar y me propuse a observarla,
tenía los ojos hinchados de haber llorado mucho, estaba desarreglada aunque aun
así estaba hermosa, llevaba el cabello recogido, un pantalón de jean, una
camisa blanca y unos zapatos apenas un poco más bajos que los que había usado
en la fiesta
-
Bianca, no quiero ser descortés, pero no podes
quedarte mucho, estoy esperando a alguien- Le dije, sin saber que me venía a
decir
-
Lo sé- me dijo con los ojos llenos de lágrimas-
pero él no va a venir
La tristeza me invadió entera, José no iba a venir, lo había
perdido por mis inseguridades, ya no me quería, me estaba rechazando, mi cabeza
iba a mil por horas y de repente todo el cansancio y el sueño se apodero de mí,
Bianca al ver mi reacción siguió hablando pero ahora más entera, me había visto
vulnerable, necesitaba reponer la compostura
-
No va a venir, porque nunca recibió tu mensaje,
lo recibí yo, o mejor dicho, yo lo leí
-
¿puedo saber por qué hiciste eso?- le dije con
un nudo en el estómago, sentía ganas de darle un cachetazo, pero me contuve
-
Lo hice porque lo quiero, porque lo quiero bien,
y vos no le haces bien, vos no lo viste llorar, no viste su angustia, yo lo vi
sufrir y llamarte sin tener respuesta de tu parte, no tenes ningún derecho a
hacerle esto, ¿Qué buscas? ¿Por qué no lo dejas en paz de una vez? Hoy decidió darme
una oportunidad a mí, yo lo quiero de verdad en cambio vos…- Bianca se quedó en
silencio, pero note repugnancia en su voz
-
¿Y yo que? Decí lo que tengas que decir y ándate
de mi casa- Le dije golpeando la mesa con el puño, estaba indignada, que
derecho tenia ella a venir a mi casa y decirme lo que me estaba diciendo
-
Vos elegiste otra vida, vos lo queres a él en
esa vida y él ya se cansó de los juegos, él quiere algo serio, algo real y yo
quiero lo mismo que él- Dijo, pero algo en mí me decía que ella no estaba tan
segura de eso, las veces que la vi notaba que a ella le gustaba lo que hacíamos con Moira, la
veía disfrutar y esa misma noche en la fiesta, había visto su mirada deseosa
cuando manos y lenguas surcaban mi cuerpo, otras veces la vi entregada a mí
mundo, como ella dice, la vi rendida a nuestras caricias a nuestros besos,
cuando Moira entra en vos es difícil no desear más. Mi mente fue a mil por
horas en pocos segundos, Bianca había venido hasta acá para darme clases de
amor y ética pero yo le iba a enseñar mi realidad, esta realidad gustosa que te
envuelve el cuerpo y no te suelta
-
¿Queres una copa de vino?- le dije mirándola con
malicia, queria mostrarle que ella era débil que tampoco era de digna de José,
de repente mi juego cambio, esta dispuesta a todo con tal de que ella no se
quede con él
-
Son las 6 de la mañana- me dijo bastante confusa
-
Ninguna de la dos durmió esta noche, así que
todavía podemos
-
¡No!-
grito, no me esperaba esa reacción- ¿A qué
estás jugando? Yo no vine hasta acá para jugar a tus juegos, vine a pedirte que
nos dejes en paz, que salgas de nuestras vidas, que nos deje ser feliz de una
vez, ¿no te das cuenta que le estás haciendo daño? ¿Para qué lo llamaste? Para
cogértelo y dejarlo otra vez- Bianca se puso roja de ira, estaba frenética, entonces la sujete de los brazos
con un poco de fuerza y le dije de la forma más tranquila que pude aunque por
dentro hubiese querido golpearla.
-
Escúchame una cosita, no te voy a permitir que
vengas a mi casa a decirme lo que tengo que hacer, cada uno es dueño de hacer
lo que quiera, así que te voy a pedir que te vayas de mi casa ahora mismo y no
te ocurra volver
-
No te tengo miedo- me dijo liberándose de mis
manos y enfrentándome, sus ojos echaban chispas, ya no era la mujer insulsa que
yo había conocido, de pie frente a mí, parecía haber crecido, estaba decidida a
alejarme de ellos
-
Lo sé y no te estoy amenazando, pero ya no me
interesa seguir escuchándote, así que por favor – le dije abriéndole la puerta.
Bianca cogió sus cosas, me miro con ira por última vez y salió. A penas cerré
la puerta mi cuerpo se relajó por completo
y las lágrimas comenzaron a salir, lo que me había dicho Bianca me había
molestado muchísimo, pero en el fondo sabía que tenía razón, ella podía
ofrecerle lo que yo no podía, ella podía hacerlo feliz.
Mi cuerpo se dejó caer en la cama
y llore como hacía mucho tiempo que no lo hacía, llore por él, por Moira y
también por mí y de esa forma me quede dormida.
El ruido del teléfono de línea me
despertó, no sabía qué hora era, estaba demasiado dormida y precia que mi
cabeza iba a explotar, como pude me dirigí hasta el teléfono y atendí
-
Hola ¿quién es?
-
Llevo toda la noche tratando de ubicarte ¿estás
bien?- Moira parecía enojada pero preocupada a la vez, mi cabeza tardo unos
instante en recordar lo que estaba pasando
-
No grites, me duele la cabeza ¿Dónde estás?
-
En casa
-
Voy para allá- le dije y corte, después de lo
que había pasado la noche anterior necesitaba tanto de ella, necesitaba sentir su piel, hora era
solo de ella y ella era mía voy a ser lo que ella quiere que sea y a disfrutar
de sus deseos.
Me vestí lentamente, todavía
estaba somnolienta y mareada, me tome un taxi y fui a casa de Moira, cuando
entre la vi desnuda con su cabello rojo despeinado, estaba sentada en una
banqueta con un café en la mano
-
Bienvenida nuevamente- Me dijo con una sonrisa
malévola en los labios, Moira se puso de pie y se acercó a mí, apoyo su
desnudez sobre mi cuerpo y me beso apasionadamente- ¿En serio me ibas a
abandonar?- Me dijo con un tono falso de inocencia- con todo lo que yo te puedo
dar- Moira estaba jugando, me besaba el cuello mientras me susurraba cosas al
oído, mi cuerpo estaba siendo encantado una vez más, mi amiga me quito la
remera y de esa forma pude sentir su piel sobre la mía, continuo despojándome
de la ropa mientras yo me despertaba con su contacto, su boca recorría mi
cuerpo con impaciencia, lo hacía con una mezcla de necesidad y pasión, yo
estaba disfrutando ese arrebato de lujuria. Sin darnos cuenta terminamos
tumbadas en el suelo frio que hacia contraste con mi cuerpo caliente, ambas
estábamos desnudas, nuestros cuerpos se entrelazaron en una vorágine de deseo,
nuestras lenguas y manos se tocaban, se lamian y mordían, se perseguían por las
contexturas de nuestros cuerpos. Moira, puso mis manos por encima de mi cabeza,
me miro a los ojos y me dijo
-
Te deseo- Y su boca creo un camino directo a mi
sexo, su lengua entraba en mi mar espumoso y lo acariciaba lentamente, sus
manos acariciaban mis pezones y yo gemía, estaba muy excitada sentía espasmos
por todo el cuerpo, Moira subió hasta mis labios nuevamente y me beso
dulcemente, con una de sus manos acariciaba mi nuca, por un instante se alejó
un poco de mí y se detuvo mirándome a los ojos, acariciándome, reconociéndome, atreves
de sus ojos vi su necesidad de amor, la vi entregada, me quería pude verlo pero
ella no iba a reconocerlo, de repente me sentí segura en sus brazos, me
incorpore del suelo, agarre su rostro y bese sus cabellos, sus ojos, sus
mejillas, bese sus labios carnosos y delicados, la lleve a la cama y le hice el
amor, nuestras cuerpos se hicieron uno, Nos besamos y acariciamos como nunca
antes, nuestras miradas se encontraron en más de una ocasión y en todas las
veces había dulzura en ellos, describí nuevos rincones de su cuerpo, los hice
mío, mi lengua acariciaba sus pezones y ella gemía sin dejar de mirarme, sus
manos exploraban por rincones secretos y
las mías por sus zonas más erógenas, nunca antes había disfrutado a mi amiga de
esta manera, era mía aunque ella diga lo contrario.
Mi lengua siguió el camino donde estaban
mis manos y lamió
la humedad de su sexo, Moira sujetaba mi cabeza y su cadera
se movían al compás de mis besos, mis dedos entraban en ella y mis labios
succionaban su clítoris, mi amiga comenzó a moverse más deprisa, estaba
llegando al éxtasis, entonces subí a su boca y mientras mis dedos seguían
jugando en su interior yo besaba sus labios haciendo míos sus gemidos, Moira
hizo un movimiento violento y sus dedos entraron en mí, estábamos ambas
dándonos placer, acariciándonos, presionando nuestros cuerpos mientras nuestros
pechos se rosaban y nuestros labios se mordían, nuestro orgasmo llego bello y
puro…
Nos quedamos acostadas, entrelazadas la una
con la otra, acariciado nuestra piel sintiendo cosquillas en cada rincón,
entonces ella me dijo en un susurro
-
Te quiero, pero no puedo ofrecerte más de lo que
te doy
-
No importa- le dije con calma- me alcanza todo
lo que me das, no necesito más- y la bese nuevamente.
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