lunes, 3 de junio de 2013

BIANCA.

El viaje de regreso a casa fue eterno, las dos estábamos cansadas y teníamos ganas de llegar. Estar en la playa nos hizo muy bien, principalmente a mí, el sexo me sienta bien, me pone de buen humor y me hace brillar, quizás sea por eso que mi amiga siempre está reluciente. 
Al entrar por la puerta nos llevamos una sorpresa poco grata, al menos para mí, José estaba en la cama cogiéndose a una chica rubia. Moira actuó como si no pasara nada, entró, saludó y se dirigió a la cocina. Yo me quede de pie mirando la escena, él sabía que estábamos de regreso ¿lo había hecho a propósito? empecé a tener una sensación rara como si tuviera un nudo en el estómago y mi cuerpo comenzó a temblar, quería salir corriendo, quería golpear a José por hacerme pasar por esto, pero no podía hacer nada de eso, tenía que poner mi mejor cara de hipócrita y hacer de cuenta que no pasa nada, al fin y al cabo este es el juego ¿no? José vino a mí y me levantó haciéndome girar sobre mi propio eje, estaba feliz de vernos, se notaba. La chica en cambio estaba paralizada, se cubría con las sábanas como si yo fuera su madre y la pescaba teniendo sexo con su novio, estaba asustada. José me llevo hasta la cama con ellos y me presentó. Detrás llegó Moira, trayendo 4 copas de vino fresco. 
- Ella son las chicas de las que te hablé- Le dijo José a su amiga- Ella es Bianca una amiga. 
Creo que Bianca hubiese salido corriendo pero se contuvo ya que estaba completamente desnuda. Moira sonrió y la saludó abrazándola, le dio una copa de vino, luego otra a mí y a José, yo me la tomé de un sorbo, estaba fresquita y me hizo dar cuenta que estaba siendo descortés, entonces sonreí y la saludé con mi mejor sonrisa. Ella  nos sonrió, bebió un sorbo y pidió pasar al baño.
Una vez solos los tres, José nos preguntó las cosas típicas de cuando alguien vuelve de un viaje, que cómo la pasamos, qué hicimos, si hizo calor etc. Parecía que no se daba cuenta que nosotras queríamos saber quién era la chica rubia y por qué estaba en nuestra casa.
- ¿Preparo algo para comer?- Dijo José. Ambas asentimos y él se fue dando saltitos a la cocina, estaba de muy buen humor. Moira se me acerco me beso como solo ella sabe hacer, despertando mis sentidos y haciéndome humedecer. 
- Cambia la cara bonita, los celos no están permitidos, luego de comer vamos a jugar. 
Parecía tan prometedor, “Vamos a jugar” con esas simples palabras mi corazón y mi sexo comenzaron a palpitar. Bianca salió del baño, se había puesto un vestido gris que le quedaba muy bien, se había recogido el cabello y se la veía preciosa. Mientras mi amiga la invitó a sentarse y le preguntaba cosas yo me dispuse a observarla. Era rubia, alta, delgada, tenía un cuerpo sexy, delicado, ojos grises y unos labios finos y rosados. Bianca nos contó que trabajaba en un museo haciendo restauraciones de pinturas
- Quiero que posar para vos- le dijo Moira de una forma muy sensual, excitante, Bianca parecía turbada, pestañeo dos veces y se sonrojó, había caído presa del hechizo de Moira, cómo todos los que la conocen.
-¿Alguien me ayuda a poner la mesa?- dijo José, yo fui a ayudarlo mientras ellas se quedaron en el sillón negro hablando y bebiendo, José me miraba y sonreía mientras yo intentaba que no se me noten los celos. Aunque tanto esfuerzo pareció en vano porque me abrazó desde atrás, me dio un beso en el cuello y me dijo que me quería y que nos había extrañado, me di la vuelta para quedar frente a él y lo besé, extrañaba sentir sus besos, su cuerpo, su olor, él correspondió a mi beso y me subió sobre la mesada de la cocina, sentí su miembro erecto contra mi sexo ya húmedo. Con un movimiento rápido me levantó la remera y el corpiño, apretó mis tetas y las chupó con desesperación, él bien sabe que eso me hace perder la razón. Luego volvió a besarme mientras con una de sus manos me acariciaba por debajo de la pollera. En ese momento se me escapo un gemido bajito mientras disfrutaba de la sensación que me estaba brindando. Luego se alejó de mí, respirando aceleradamente y me dijo:
- Vamos a comer, luego quiero verte con ellas y que acabes conmigo. 
Ambos fuimos hacia la mesa, sentía mi rostro al rojo vivo, estaba mojada y con ganas de que terminen de comer de una vez para poder sacarme la calentura que me envolvía el cuerpo.
El almuerzo estuvo riquísimo y la charla también, la verdad era que Bianca era muy agradable, resultaba interesante oírla hablar. Cuando  lo hacía movía las manos y gesticulaba mucho, era divertida, nos cayó bien enseguida. José abrió la segunda botella de vino, nos sirvió y fuimos a sentarnos al sillón, él se sentó sobre la cama frente nuestro y miro a Moira a los ojos, parecían estar hablándose con los ojos, me sentí un poco afuera, pero al decir verdad sabía que estaban pensando.
- ¿Te molestaría pintarme ahora?- Le dijo Moira a Bianca. Nuestra nueva amiga volvió a sonrojarse pero accedió, yo me fui a sentar junto a José, mientras mi amiga se ponía en pose sobre el sillón y Bianca sacaba las acuarelas y el papel, puso una silla frente a mi amiga y se sentó, se la veía concentrada y si se prestaba atención se la podía sentir su respiración acelerada, mi amiga la excitaba, de eso estaba segura. Mientras Bianca dibujaba José me mordisqueaba la oreja y me daba besitos en el cuello, pero yo estaba observando la escena que tenía delante de mí, A una rubia excitante pintando a mi demonio pelirrojo, intentando captar la sensualidad que se desprendía de su cuerpo, de su postura, de todo su ser.
- Nunca estuvo con una mujer- me dijo José al oído- Quiero que le enseñen lo que se siente. Lo pensé unos minutos, la idea era tentadora, me levanté de la cama y me acerqué silenciosamente hacia Bianca. Me quedé de pie detrás de ella, observando su dibujo. Era perfecto, estaba captada la esencia de Moira, me agaché hasta la altura de su cuello, mientras ella seguía en su trabajo, respiré su perfume y le besé el cuello. Su sabor era exquisito. Luego  puse mis manos sobre sus hombros y las fui bajando lentamente hacia adelante, sentía como su respiración se iba acelerando aún más, mis manos llegaron a sus pechos y comenzaron a acariciarlos. No  llevaba corpiño por eso pude sentir cómo sus pezones se endurecían a mi tacto, la rubia temblaba bajo mis manos, mi amiga nos miró y sonrío, en sus ojos había deseo, la conocía como si fuera yo misma. Bianca tenía unos pechos pequeños pero perfectos, eran suaves y rosados, dejé una mano jugando con sus pezones y con la otra acaricié su cuello e hice que me observe. Mirándole a los ojos me acerqué a su boca y la besé suavemente. Mi  lengua entró en su boca y se enredó con la suya, sus besos eran dulces y muy suaves, me deposité delante de ella y seguí besándola, la puse de pie frente a mí y le quité el vestido. Observé  su cuerpo, su bombacha gris y sus pechos, estaba hermosa, Moira se acercó, se puso detrás de Bianca y comenzó a besarle la espalda despacio, con cuidado. La  rubia cerró sus ojos y se dejó hacer. Yo  me acerqué a la mesa, agarré un hielo y lo metí en mi boca. Me  volví a acercar a sus pechos para chuparlos. El  hielo le erizó la piel pero no se apartó. Parecía estar disfrutando, seguí bajando, lamiendo su abdomen hasta llegar a sus caderas, ahí me detuve, el hielo se fue derritiendo y el calor estaba inundando el ambiente. José me acerco más vino y se fue a sentar en el sillón dejándonos la cama libre. Con una mano sostenía la copa y con la otra comencé a masajear su clítoris, sentía el calor que desprendía entre sus piernas y me acerque a olfatear su sexo, olía delicioso, le bajé la tanga hasta las rodillas, bebí un poco de vino y le pase la lengua por su vagina. Su  sabor era afrodisíaco, seguí chupando su sexo un tiempo eterno, la sentía contraerse y gemir.
 Moira estaba saboreando su boca y cada tanto lamía sus pechos, con cuidado la llevamos hacia la cama y la hicimos acostar, mi amiga ocupó mi lugar entre las piernas de Bianca y yo me encargué darle placer a ella. Mi demonio pelirrojo estaba muy mojado entonces mojé mis dedos con sus jugos y los metí dentro de ella, ella gimió y siguió con lo que estaba haciendo, mis dedos jugaban dentro de ella, entraban y salían, y cuando volvían a entrar giraban en su interior, Moira estaba de rodillas haciéndole sexo oral a Bianca, entonces me puse debajo suyo y comencé a succionarle el clítoris mientras mis dedos seguían en su interior. Con  la otra mano comencé a masturbarme, estaba realmente excitada, necesitaba que alguien me sacara de la deliciosa agonía que estaba padeciendo.
En la habitación solo se oían gemidos y respiraciones agitadas, José se acercó a mí, me tomó de las piernas y con un movimiento de caderas me ensartó su pene hasta el fondo, me hizo gritar de placer. José me cogía con fuerzas, lo sentía duro y salvaje y eso me hacía llegar a lo más alto, los cuatros estábamos disfrutando de nuestros cuerpos, y sabía que yo no iba a aguantar mucho tiempo, fue entonces cuando sentí a Bianca gritar en un gemido que me hizo vibrar. Su orgasmo había llegado fuerte pero sabía que Moira iba a seguir lamiéndola hasta que termine más de una vez. José comenzó a moverse dentro mío aún más deprisa mientras apretaba mis pechos, mi lengua seguía jugando con el clítoris de Moira y mis dedos estaban en su interior. Yo estaba a punto de acabar, mi cuerpo entero empezó a temblar. José me sintió y saco su pija para volver a meterla con fuerza, me hizo acabar de una manera asombrosa, estaba satisfecha, todo mi cuerpo era una fiesta, le cedí mi lugar  a él, quién posicionándose detrás de Moira, apuntó su maravillosa pija al culo de mi amiga y la penetró. La penetró con fuerzas y lujuria desenfrenada. Sentí a mi amiga suspirar y sabía que le estaba gustando. Bianca seguía gimiendo, entregada por completo al placer que Moira le estaba regalando.
Yo me fui al sillón para poder verlos mejor, seguí bebiendo y disfrutando de la vista. Moira y José acabaron. Él  la abrazo por la espalda sin salir de su interior. Mi  amiga cayó exhausta en el pecho de Bianca.  Los  tres agotados, pero colmados de placer, se quedaron así unos segundos Luego mis amigos abrazaron a Bianca quien yacía acurrucada como si fuera una niña, mi amiga le acariciaba el cuerpo mientras él le daba dulces besitos en el cabello, ella parecía estar resplandeciente, esa imagen me dolió  pero al mismo tiempo me provoco ternura me levanté del sillón, del bolso de Bianca saqué un celular y les saque una foto, ¡Estaban tan bellos los tres! Puse el celular nuevamente en el bolso y contemplé el dibujo que descansaba sobre la carpeta de la rubia y con un lápiz escribí.
“Nuestro paraíso inmenso en llamas"

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